Fundada en 2012 en el barrio bonaerense de Palermo y editada (con periodicidad anual) desde distintas ciudades (Nueva York, Madrid…) la revista Chongo Magazine es el ejemplo paradigmático de cómo los hombres estamos viviendo una época en la que la relación con nuestro cuerpo y el diálogo con conceptos como el de la masculinidad, la intimidad o la autoestima han dinamitado concepciones teóricas que olían a naftalina.
Chongo es una palabra proveniente de la jerga argentina que ha evolucionado desde su concepción en la década de los noventa. Si antes se usaba en el ambiente gay para referirse a un hombre masculino, rudo, con barba y extremadamente bello; ahora, con un uso más extendido y amplio, se utiliza para denominar a un «follamigo». Y así como va mutando el significado de Chongo, asistimos en el desfilar de sus artículos y sesiones fotográficas a la transformación de la masculinidad en la segunda década del siglo XXI.
Releer y recrearse con los reportajes fotográficos de cada uno de los nueve números editados de Chongo es un ejercicio inspirador en el que contemplamos, en tiempo real, la transformación y la revisión del concepto de masculinidad. En el magazine editado por Pablo Bartolomé todo fluye con una cadencia armónica. Desde el significado del nombre de la revista hasta el epicentro mismo del concepto de «hombre».
Por las páginas de Chongo han pasado un gran número de fotógrafos (Marco Ovando, Denis Pushkin, Isauro Cairo, Edu Torres, Ricardo Ho…) y alguna pluma abonada a la inspiración como la de Álvaro Jaramillo. Y en su proceso de metamorfosis contínua, la revista ha dedicado monográficos especiales a distintas urbes con espectaculares fotografías de hombres mimetizados en sus ciudades: Nueva York, Beirut o Río de Janeiro.
Mención especial merece el volumen 6 de Chongo lanzado en invierno de 2017 (y que todavía puedes conseguir en formato digital o impreso). Setenta y cuatro páginas concebidas como un tributo a Philip-Lorca DiCorcia. Un merecido homenaje al fotógrafo de Hartford (Connecticut, EE.UU.) editado con la admiración y el cariño que merece uno de los grandes maestros del arte de retratar. La vinculación entre deseo, fantasía y realidad de la obra de DiCorcia es una inspiración confesa que guía todos los ejemplares de Chongo.
Pablo Bartolomé, retratando el mundo desde Chongo Magazine
Hablamos con Pablo Bartolomé, la mente responsable de la edición y la concepción de Chongo Magazine. Su revista, un telar de imágenes pespuntadas entre la verdad y la ficción, ha conseguido posicionarse como uno de los proyectos fotográficos más relevantes de los últimos años. Las fotografías que aparecen en Chongo son la mezcla perfecta entre la realidad documental, la escenografía cinematográfica y la seducción publicitaria. Un trabajo de orfebre. Pablo ha compendiado en imágenes, con una finura exquisita, toda una época.
¿Cómo surgió la idea de editar una revista tan apasionante y personal?
Surgió con la intención de mostrar hombres anónimos en contextos normales y en situaciones cotidianas y personales. Cuando Chongo nace no existe Instagram. No existe como la plataforma que hoy conocemos. Y la única alternativa para ver a un determinado perfil de hombre que ahora identificamos como cisgénero heteronormativo, era a través de otras publicaciones independientes de referencia o… el porno. Hoy en día es mucho más accesible este tipo de perfil de hombre. A través de redes como Instagram, por ejemplo, pero por aquel entonces no. También nació con el propósito de compartir una visión sobre la «Masculinidad» a través de los ojos de colaboradores, principalmente fotógrafos de diferentes partes del mundo.
El nombre de tu revista es toda una declaración de intenciones. Un posicionamiento en los márgenes y lejos del discurso dominante. ¿Estás contento con el resultado (número de lectores, descargas…) de una apuesta tan arriesgada?
Definitivamente sí. Estoy satisfecho con la andadura del proyecto que nació sin más pretensión que la mencionada en mi respuesta anterior. Son casi nueve años de vida y pese a que mi visión sobre la figura del hombre ha evolucionado durante todos estos años, sí me parece interesante y necesario que sigan habiendo publicaciones independientes que hagan una propuesta visual o que generen debate. También estoy muy satisfecho con el alcance global del proyecto, ya que tenemos lectores y seguidores en diferentes países de Europa, América, Asia y Oceanía.
Como bien reflejas en los editoriales que escribes en cada número, Chongo va mutando al tiempo que tú evolucionas y tu aproximación a la masculinidad va sumando matices. A día de hoy, en 2020 y tras ocho números a tus espaldas (9 con el número 0), ¿qué es para ti la masculinidad?
Para mí hoy la Masculinidad es un concepto arcaico que servía para definir determinados rasgos o actitudes de un hombre basados en una realidad antigua, obsoleta. Por suerte, todo esto de la Masculinidad, la Feminidad, el género neutro… está cambiando muy rápido. Estamos avanzando hacia nuevas formas para definirnos. Cada vez más los humanos nos vamos deconstruyendo, desdibujando los límites impuestos en cuanto al género. Diría incluso que un hombre «masculino» (tal y como entendíamos lo que era «masculino» anteriormente) es poco atractivo y empezamos a valorar más la fluidez y los matices.
En 2014 escribiste una frase que transmite a la perfección el zeitgeist (el espíritu de nuestro tiempo): «Siglo XXI. Un hombre. Un smartphone y un espejo». Algunos lo llaman la dictadura del selfie, otros la efervescencia de la relación del hombre con su cuerpo. ¿Qué ves de positivo y de negativo en la era Instagram?
Veo muchas cosas positivas, como también veo muchas negativas. Destacaría en positivo, tal vez, la mayor autoconsciencia sobre el propio cuerpo y la cultura del cuidado personal. También me parece interesante el hecho de que las redes sociales nos ayuden a derribar los tabúes de mostrar el físico. No hay que tener miedo a mostrar la piel. Pero esto último queda vinculado con una de las cosas negativas que sí veo en Instagram: la constante sexualización del contenido. Ya sea por parte del creador o de la audiencia. También me preocupa la capitalización de las relaciones, entendidas desde un punto de vista consumista y caprichoso. Me parece peligroso esta cultura de “lo veo, lo quiero, le doy like, lo consumo y lo desecho”. Pero, irremediablemente, todos formamos parte de esa vorágine en mayor o menor medida.