Cuando a finales de 2015 Liam Campbell lanzó el primer número de Elska Magazine poco podía imaginar que estaba poniendo la primera piedra de un proyecto que se convertiría en el diario de a bordo más hermoso y conmovedor que la comunidad LGBTIQ+ podía esperar. Fotografiar y compilar la bitácora de una vidas y unas ciudades que se entrelazan y se perfunden con tesón, verdad y nervio ha catapultado a esta publicación independiente al terreno privilegiado donde la reflexión linda con la emoción. Una parcela acotada solo a los que realmente creen en lo que hacen y a los que se esfuerzan por proponer miradas alejadas del redil.
Desde su primer número (dedicado a la ciudad ucraniana de Leópolis) hasta su ejemplar más reciente (donde retrata sin ambages a los lugareños de Belfast), el editor y fotógrafo inglés Liam Campbell ha trazado un recorrido de un increíble calado antropológico. Bajo la apariencia de un diario de viaje, Liam amplifica la voz y las experiencias -recogidas en los textos que acompañan a las instantáneas- de los hombres queer que se ofrecen a participar en sus sesiones fotográficas en las ciudades que habitan. Local boys + Local stories es la brújula que guía cada número de Elska.
Y en su camino se ha topado con jalones inesperados. Desde la apertura de mente y la militancia en los afectos y la igualdad de derechos que están diseminándose con fuerza por el este asiático aunque lastradas por la tiranía de los cuerpos normativos, hasta la incomprensión y la ira de determinados individuos que, en algunos lugares, atesoran una mugrienta mezcla de inquina y maldad. Quizá porque como apuntaba Tom Spanbauer en el libro El hombre que se enamoró de la luna: «aquellos que tienen algo que necesitan esconder siempre odian a quienes no lo esconden».
Liam Campbell: desde cerca y desde lejos
Afincado ahora con su pareja en Queens (Nueva York), conversamos con Liam Campbell sobre qué ha significado la experiencia de componer y editar Elska Magazine durante estos últimos seis años.
¿Cómo descubriste tu interés por la fotografía?
Comenzó cuando estaba en el instituto. Solía arrancar y recortar páginas de revistas y fotografías de magazines y las pegaba en el interior de mis libros de texto. Entre mis compañeros de clase comencé a ser conocido por eso. Pero si hay una imagen que recuerdo específicamente, y que supuso un antes y un después en mí, fue aquella foto de Madonna vestida con un traje morado en un anuncio de Versace tirada boca abajo en unos escalones con una manzana en la mano.
[N. del E.: Liam se refiere a la icónica foto que Steven Meisel realizó para la campaña Primavera/Verano de Versace en 1995 y con la que Madonna repuntó definitivamente su condición de diva].
Aquella imagen me inspiró a un nivel que no había experimentado antes y me empujó a hacer fotos más allá de admirarlas (como había hecho hasta entonces). Comencé fotografiando a mis amigos del instituto. Incluso asistí durante un año a un curso de fotografía. Pero, de forma temporal, perdí el contacto con el mundo de la imagen al darme cuenta de lo difícil que podía ser ganar dinero con ello. La chispa no se reactivó hasta varios años después.
¿Cómo surgió la idea de llevar a cabo un proyecto como Elska Magazine?
Después de mis estudios terminé labrándome una carrera como profesor de secundaria. Un trabajo que elegí en parte debido a todo el tiempo libre que iba a tener. Las semanas de vacaciones me permitieron cultivar mi pasión por los viajes. Al cabo de un tiempo, un asistente de vuelo amigo mío mencionó que su aerolínea estaba buscando nueva tripulación de cabina y me sugirió que probara con ese trabajo durante un año para poder viajar aún más.
Me contrataron y durante ese año redescubrí la fotografía. Comencé a hacer sesiones de fotos callejeras en lugares que nunca pensé que visitaría: Kuwait, Azerbaiyán, Kenia… Y pronto también comencé a hacer retratos. Llegaba a alguna ciudad, encendía alguna de las aplicaciones para gays y comenzaba a enviar mensajes a tipos de allí al azar para ver si les apetecía participar en una sesión fotográfica.
Comencé a construir un extenso portfolio de imágenes y pensé en publicar un libro. Una especie de colección de instantáneas de hombres que pude conocer al trabajar en la aerolínea. Pero la idea me gustó demasiado como para hacer un solo libro. Por lo que se me ocurrió darle continuidad y establecer un proyecto con un concepto periódico. Iría a una ciudad diferente cada dos meses. Conocería a un grupo de chicos de la zona y los fotografiaría. Cada ciudad sería un número distinto de una revista. Así nació Elska Magazine.
Muchos de los fotógrafos que hemos entrevistado nos comentan que la relación que se establece con la persona a la que fotografían es fundamental para que surja una buena foto. ¿Compartes con ellos que esta conexión es fundamental?
Estoy de acuerdo en parte. La relación que se puede construir con un sujeto afecta en gran medida al resultado de las imágenes y, ciertamente, mis sesiones de fotos favoritas provienen de sesiones en las que me llevé muy bien con la persona que fotografiaba. Sin embargo, también valoro mucho las imágenes que obtienes con alguien con quien no te llevas bien.
Cuando miras un conjunto de fotos y puedes detectar incomodidad o incluso animosidad, ahí hay una verdad convincente. El espectador desea saber qué está pasando allí, por qué existe ese conflicto visible. La curiosidad también es una parte fundamental del éxito de una imagen. Que una foto triunfe no radica solo en el hecho de que la persona fotografiada luzca bien o que se capture la atracción que pueda transmitir. Mi objetivo es siempre ser honesto y ver qué surge naturalmente de una relación. Siempre espero que, pase lo que pase, el resultado no sea aburrido.
En las fotografías de Elska encontramos personas con cuerpos de todo tipo. ¿Has notado que en los últimos años la gente está más feliz con su anatomía aunque no cumpla con las estrictas medidas de la normatividad?
Me gustaría pensar que es así pero la respuesta es muy complicada. Depende mucho de la edad de las personas y de la sociedad de la que estemos hablando. Basándome en mis experiencias fotografiando hombres en el este asiático (en Japón y Corea del Sur, por ejemplo) diría que los estándares de belleza siguen siendo devastadoramente severos allí. Una gran cantidad de hombres a los que me acerqué allí se negaron a participar en mi trabajo porque dijeron que eran demasiado «feos» y «no dignos» de una sesión de fotos. Me comentaron que serían ridiculizados por sus imperfecciones por cualquiera que viera las fotos.
Pero en otros lugares (en algunas ciudades de Estados Unidos es muy evidente) encuentro un creciente sentido de autoaceptación y un orgullo sincero del cuerpo que se tiene. Muchas personas se valoran y no tienen miedo de tener la anatomía que tienen. Es en esos sitios donde los chicos se me acercan y me piden participar en un próximo ejemplar de Elska Magazine. Me dicen que esa decisión la toman en parte al ver hombres como ellos en las páginas de la revista que se sienten contentos con ser ellos mismos y que tienen mucha confianza para mostrar sus cuerpos.
No obstante siempre me percato, estés donde estés, que los jóvenes se sienten más presionados. Más conminados a estar «perfectos». O, al menos, a conseguir un tipo muy específico de imagen que ellos mismos han creado. Estoy seguro de que esta falta de autenticidad puede ser asfixiante. No puedo decirte cuántas veces he fotografiado a un chico de veintitantos años que se niega a sonreír «porque no es parte de mi imagen sonreír». O solo aceptan ser fotografiados desde el que consideran su perfil bueno. O solo en ciertas posiciones. Se podría decir que es una señal de que la imagen se ha vuelto más importante que nunca. Por eso es importante seguir mostrando diferentes tipos de personas y representarlas de forma natural. Algunos pueden ridiculizarlo pero creo que la mayoría de nosotros lo encontraremos hermoso. Hay que trabajar para que se expanda una representación diversa del cuerpo.
Desde 2015 han sido 31 las ciudades que han desfilado frente a tu cámara para Elska Magazine. Sin intención de establecer ningún ránking, ¿cuál te ha sorprendido más? ¿En cuál ha sido más difícil desarrollar tu arte? ¿En cuál has estado más a gusto?
Empezaré con la ciudad en la que todo ha sido más sencillo: Manila en Filipinas. O tal vez Taipei en Taiwán. En ambos lugares tuve muchas más solicitudes de chicos pidiendo participar de los que finalmente pudieron entrar en la revista por falta de espacio. Esas personas se sentían realmente libres y estaban orgullosos de representar a sus ciudades y mostrar al mundo lo queer que eran. La cultura LGBTQ está explotando en Asia, y Taiwán es probablemente el centro de esa deflagración. En Manila también se está cociendo un caldo cultural excepcional pero su comunidad LGBTQ no recibe tanta atención mediática.
La ciudad más difícil para mí ha sido Belfast en Irlanda del Norte. Al principio, cuando anuncié el viaje recibí mucho feedback de los lugareños que querían participar. Pero, a la hora de la verdad, muchos de ellos se pusieron muy nerviosos y cancelaron su asistencia a las sesiones fotográficas. Naturalmente en algunas ciudades es más complicado encontrar participantes que en otras. Pero lo que hizo que en Irlanda del Norte fuera tan enrevesado trabajar fue la cantidad de negatividad que recibí. En lugar de rechazarme cortésmente con un «lo siento, pero no me interesa» obtuve contestaciones airosas que decían que mi trabajo era vergonzoso, incluso repugnante. Es más, en un par de ocasiones me espetaron que los hombres de mis fotografías no estaban lo suficientemente buenos como para que ellos apareciesen publicados junto a tipos así. Está claro que me topé con personas con una una perspectiva de mente muy estrecha, que defendían un estándar de belleza imposible y que casi me atacaron por tener una opinión diferente. De todos modos y afortunadamente, con mucha perseverancia y un poco de suerte, conocí a algunos tipos increíbles en Belfast.
Creo que la ciudad que más me sorprendió fue Helsinki, la capital de Finlandia. Tenía la predisposición a pensar que los nórdicos eran muy abiertos y liberales. También tenía esa imagen creada de que los finlandeses están constantemente desnudos en las saunas. Por eso me asombró que casi nadie estuviera interesado en posar desnudo. Por lo que «Elska Helsinki» es el número de la revista con menos desnudez. Supongo que, en parte, el hecho de que el número de habitantes de Helsinki sea pequeño coarta un poco ya que, pronto o tarde, todos pueden enterarse de lo que has hecho. Pero también es una muestra de ignorancia por mi parte asumir que estar desnudo en una sauna con amigos es lo mismo que estar desnudo en una sauna con una cámara.
¿Por qué no hay ningún número de Elska dedicado a una ciudad española?
Es una buena pregunta y mi respuesta es muy simple: no sabría decidir qué ciudad elegir. Tal vez si algún hotel o un alojamiento queer-friendly estuviesen dispuestos a ofrecerme amablemente una estancia gratis, lo haría sin dudar. Realmente no podría decir que no a eso. Por otra parte, si hay muchos españoles dispuestos a participar en ese número de Elska espero que se pongan en contacto conmigo aquí: bit.ly/elskans. Si veo mucho entusiasmo, no me voy a poder negar ☺️